Cómo es el pueblo argentino que se ilumina gracias a cáscaras de maní

Un pequeño pueblo de Córdoba se ha convertido en una de las estrellas del mapa sostenible global gracias a su innovadora capacidad de producir energía a base de las cáscaras de maní.

Aunque muchos lo desconozcan, detrás de China y Estados Unidos, la Argentina es el tercer mayor productor de maní del planeta y por las condiciones climáticas, el producto que se exporta desde este país es muy requerido en mercados europeos y latinoamericanos.

Sin embargo, la cáscara acumulada de los campos se había transformado en un problema para la industria y para el pueblo de Ticino. Este deshecho era difícil de transportar, se secaba y había riesgos de incendios forestales.    

Según recuerdan en el pueblo, lo depositaban en predios alejados, pero era habitual que el viento trajera humo de la quema que se organizaba para suprimirlo. A esto se sumaba el problema energético, porque había proyectos de crecimiento de nivel industrial que no podían ser llevados adelante por falta de energía.

En sus comienzos se trató de una iniciativa privada de la empresa manisera Lorenzatti Ruech, que comenzó a tomar ritmo con una inversión inicial de ocho millones de dólares y consistió en la creación de la firma Generación Ticino Biomasa y la gran planta de generación eléctrica. En 2018, a los capitales privados se le sumó la asistencia del Estado a través de "RenovAR", un programa orientado a asistir a industrias de distintos puntos del país en proyectos para la generación eléctrica a partir de fuentes renovables. El acuerdo detalla que el propio Estado sea el comprador a un precio estable de la energía y que una vez que ingresa a la red general estará disponible para abastecer al pueblo.

En primer lugar, la cáscara llega a la planta de generación eléctrica de dos formas: en camiones y mediante transporte neumático. Luego se descarga en celdas y galpones de acopio para mantener la calidad y la humedad. Más tarde, se traslada a la caldera, donde se quema por etapas hasta que quedan cenizas.

Con ese calor, se calienta agua y se obtiene vapor saturado. Se vuelve a pasar otra vez por la caldera y se transforma en vapor de altísima temperatura que parece aire comprimido y se transporta hacia la turbina, que gira a 6.500 revoluciones por minuto y luego reduce su velocidad a 1.500?, detalla con paciencia. Toda esa velocidad se transforma en fuerza y se acopla al generador, pasando de una energía térmica a una energía mecánica. Ese vapor una vez que entregó toda su energía, se absorbe, se enfría, se transforma en agua y vuelve a la caldera para iniciar nuevamente el ciclo.  

El ciclo se repite de forma constante las 24 horas del día y los 365 días del año. La energía producida es incorporada al sistema a través de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico Sociedad Anónima (Cammesa), a la que la planta le vende a un precio estable la energía.  
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