La bioseguridad aeroportuaria, después de la pandemia

El prolongado tiempo de cuarentena que experimentó el mundo entero, trajo la restricción de diferentes actividades cotidianas. Cualquier tipo de acción que implicara la concentración de personas, se redujo significativamente o se interrumpió por completo.

Una de las actividades más afectadas por dichas restricciones fue el transporte aéreo. Durante meses, los aeropuertos disminuyeron su tráfico o, incluso, pararon por completo, como fue el caso de Colombia y varios países latinoamericanos.

Entre el mes de abril y septiembre, el servicio de transporte aéreo detuvo sus operaciones y los aeropuertos, al igual que centros comerciales, restaurantes, sitios de entretenimiento o parques, por mencionar solo algunos lugares, cerraron sus puertas transitoriamente y no registraron ninguna actividad, excepto los vuelos internacionales de carácter humanitario.

Cinco meses después de la interrupción de los vuelos, los aeropuertos en Colombia anunciaron su progresiva reanudación de actividades y, gradualmente, han reiniciado sus operaciones, las cuales no ofrecen el volumen de vuelos que existían antes de la pandemia, pero sí han permitido o lento regreso a la normalidad.

¿Pero cómo es volar después de la cuarentena en Colombia? ¿Qué ha cambiado para los usuarios? ¿Qué protocolos se han incorporado en los aeropuertos?

En días pasados tuve la necesidad de viajar de Barranquilla a Bogotá (ida y regreso) y pude conocer de primera mano cómo es la experiencia del transporte aéreo en Colombia, a partir de la reapertura aeroportuaria.

En primer lugar, destaco que los procesos de check-in se realizan completamente de manera digital y se requiere el suministro de la información de cada pasajero en la aplicación CoronApp, como primer elemento de verificación de condiciones de salud de las personas que viajarán.

Las aerolíneas afirman que la ventilación genera el movimiento del aire de abajo hacia arriba y lo conduce hacia filtros HEPA, los cuales, según han anunciado las empresas aéreas, filtran el SARS-CoV-2.

A la entrada del aeropuerto, y previa verificación del código QR generado en el check-in y del diligenciamiento de la información de la App mencionada, se exige la higienización de las manos y se advierte la obligatoriedad de mantener un distanciamiento de dos metros entre persona y persona, así como del seguimiento de la demarcación de señales e instrucciones que orientan a los pasajeros en avisos fijados en todas las áreas del terminal aéreo. El uso de tapabocas al interior de los aeropuertos es estrictamente obligatorio en todo momento.

La agilidad del acceso de pasajeros a los aeropuertos está apoyada en el funcionamiento de cámaras termográficas que son capaces de registrar, en tan solo dos segundos, la temperatura corporal de 15 y 20 personas. Estos dispositivos funcionan bajo la supervisión de la Cruz Roja Colombiana y los servicios médicos aeroportuarios. El aeropuerto El Dorado cuenta con 9 cámaras de este tipo y, aunque no es posible detectar casos positivos de Covid-19, sí permiten activar protocolos de bioseguridad en caso de registrar temperaturas corporales elevadas.

El contacto con personal de las aerolíneas es mínimo. De hecho, en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, el proceso de obtención de pasabordo y registro de equipaje es prácticamente digital y sin contacto con personal de servicio.

Las salas de abordaje cuentan con señalización para el uso de sillas de manera intercalada, de manera que el distanciamiento social se garantice y se mantengan, al menos, dos metros de separación entre persona y persona.

El procedimiento de abordaje se hace conforme con la numeración de las filas del avión. El personal de la aerolínea llama fila por fila y, la verdad, nunca había visto tanta organización y colaboración por parte de los usuarios del transporte aéreo en Colombia. El personal de servicio insiste permanentemente en la necesidad de mantener la distancia y evitar las aglomeraciones. A cada instante recuerdan las pautas determinadas por los protocolos de bioseguridad establecidos. 

En el interior de la aeronave, los asistentes de vuelo visten, además de su tapabocas, una cubierta desechable de aislamiento sobre el uniforme de la aerolínea, guantes y una gafas transparentes para aislamiento y protección de sus ojos.

Para los vuelos nacionales no se ha mantenido el distanciamiento dentro de los aviones. Las aerolíneas afirman que la ventilación genera el movimiento del aire de abajo hacia arriba y lo conduce hacia filtros HEPA, los cuales, según han anunciado las empresas aéreas, filtran el SARS-CoV-2. Los pasajeros en ningún momento -antes, durante o después del vuelo- pueden quitarse su tapabocas.

El servicio a bordo también se ha reducido. No se proporciona ningún alimento ni bebida durante el trayecto, por disposiciones de bioseguridad.

Tras aterrizar, para bajar del avión, los pasajeros deben esperar a que su fila sea llamada para poder ponerse de pie. El orden, la prudencia y el distanciamiento social fueron nuevamente las constantes al momento de salir del avión.

El desplazamiento hasta la cinta donde se recoge el equipaje se realizó bajo esa misma tónica. Claramente, la insistencia en el cumplimiento de los protocolos ha sido muy bien acogida por los pasajeros.

Para reclamar el equipaje, alrededor de las cintas transportadoras se han dispuesto marcas en el suelo que indican el lugar donde se pueden ubicar las personas, de manera que se mantenga el distanciamiento social, mientras se espera por el equipaje.

Al salir del terminal aéreo, las personas buscan su transporte. En este momento noté un poco de desorden en el andén del aeropuerto Ernesto Cortissoz: la gente abandonó el aeropuerto y se transformó. El distanciamiento social se interrumpió y por primera vez el caos interrumpió el orden y la prudencia que nos habían acompañado desde que ingresamos al aeropuerto de Bogotá.

Tras la experiencia de los dos vuelos, aún me impacta la soledad de ambos aeropuertos. Espacios que habitualmente estaban atiborrados de pasajeros, aún lucen desolados y en silencio. El rigor de los protocolos de bioseguridad transmite tranquilidad y la certeza de estar protegido por equipos de trabajo muy profesionales y comprometidos con la salud de los pasajeros.

Al final, guardo la esperanza de ver cambios a mediano y a largo plazo a partir de la eficiencia actual de los protocolos en los servicios aeroportuarios. Ojalá que el orden y el compromiso con la bioseguridad se mantenga en todos los usuarios. Fue muy satisfactorio encontrar las remodelaciones del aeropuerto Ernesto Cortissoz casi terminadas por completo: ya se necesitaba un aeropuerto actual, a la altura de la ciudad. No me sorprende tampoco que el aeropuerto El Dorado sea considerado uno de los mejores y más modernos en América Latina.

El transporte aéreo ya no es el mismo que utilizamos antes de la pandemia. Hoy contamos con un servicio más eficiente, más seguro y más confortable. Esperemos que muy pronto, se pueda retomar por completo su normalidad y se reactive su funcionamiento al cien por ciento.

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