Identifican 15 acciones para adaptar las ciudades al cambio climático

Mientras las principales potencias globales ajustan sus tasas de emisión de carbono para intentar encuadrarse en los parámetros del Acuerdo de París, la plataforma McKinsey Sustainability y C40 Cities Climate Leadership  desarrollaron un estudio en que se identifican 15 acciones que las ciudades pueden aplicar para adaptarse a las consecuencias del cambio climático y mitigar sus efectos más adversos. 

El informe fue diseñado por McKinsey Sustainability, la plataforma  de McKinsey & Company dedicada a ayudar a las empresas a mejorar su impacto ambiental, conjuntamente con C40 Cities Climate Leadership, una red de grandes ciudades comprometidas con la misión de contrarrestar el cambio climático. 

El fruto de esta investigación se dio a conocer bajo el nombre "Adaptación focalizada: un enfoque estratégico para la adaptación al clima en las ciudades" (Focused Adaptation: a Strategic Approach to Climate Adaptation in Cities). Su objetivo es ayudar a los líderes de las ciudades a establecer prioridades y elegir líneas de actuación frente al creciente riesgo climático. El análisis identifica un conjunto de 15 acciones de alto potencial aplicables a diferentes tipos de ciudades, considerando su potencial de reducción de riesgos, su coste, su viabilidad y la complejidad de implementación.

A través de un comunicado, Joseba Eceiza, socio de McKinsey en España, dijo que "dadas las actuales emisiones de gases de efecto invernadero, una parte del cambio climático ya está fijada, lo que hace que estos riesgos sean inevitables. Para proteger las vidas y los medios de subsistencia de los residentes urbanos, es imperativo adaptarse, y comenzar ahora".

Según las estimaciones actuales, más del 90 % de todas las zonas urbanas son costeras por lo que para el 2050, más de 800 millones de residentes urbanos podrían verse afectados por la subida del nivel del mar y las inundaciones costeras. Además, 1.600 millones de personas podrían ser vulnerables al calor extremo crónico (frente a los 200 millones actuales), y 650 millones podrían sufrir escasez de agua.

Las ciudades se encuentran en primera línea de los riesgos físicos asociados al cambio climático ya que albergan a más de la mitad de los habitantes del mundo, y se prevé que en 2050 esa cifra aumente hasta el 68 %. Asimismo, las zonas urbanas suelen estar situadas en lugares de especial riesgo climático, como son las costas, las llanuras de inundación y las islas. Además, las infraestructuras urbanas modernas y sus sistemas de funcionamiento están estrechamente conectados. 

"Un fallo en una parte de la red puede afectar a otra, multiplicando los daños. Las carreteras inundadas, por ejemplo, pueden dañar los enlaces con el transporte público. Las tormentas y el calor extremo pueden provocar cortes de energía que dejen fuera de juego a los sistemas tecnológicos fundamentales para los hogares, los hospitales y las industrias", añade Eceiza.

Las acciones para afrontar el riesgo climático

Las 15 acciones que promueve el informe tienen como objetivo contrarrestar o mitigar las consecuencias del cambio climático en las ciudades. Del total, cuatro fomentan la resiliencia sistémica, lo que significa que fortalecen ciudades de todos los perfiles; y las otras 11 son específicas, es decir, se dirigen a riesgos climáticos físicos concretos. 

"Algunas de las acciones, como la construcción de barreras para proteger las zonas costeras y la adaptación de las infraestructuras, son complejas y costosas, pero otras, como la plantación de árboles junto a las calles y la puesta en marcha de programas de cambio de comportamiento para conservar el agua, no lo son. Ejemplos de todo el mundo, tanto en economías avanzadas como en desarrollo, demuestran lo que es posible", indica Eceiza.

El informe desarrolla estrategias tendientes a accionar las prácticas de adaptación sobre las ciudades, incluso algunas a bajo costo, como establecer el color blanco sobre los techos, paredes y pavimentos para disminuir la absorción de calor. En primer lugar, el estudio recomienda empezar por definir los peligros más relevantes y por entender los riesgos que esos peligros suponen para sus comunidades. A partir de ahí, las ciudades pueden llevar a cabo un análisis detallado del impacto de la reducción del riesgo, los costes y la viabilidad de las diferentes prácticas. 
 
Dado que las distintas ciudades se enfrentan a diferentes riesgos climáticos y tienen distintos niveles de vulnerabilidad, las urbes pueden concentrarse en acciones que aprovechen sus puntos fuertes (en recursos, características físicas y activos, y control jurisdiccional) y ofrezcan un alto rendimiento en la reducción de riesgos. Así se exhorta a los líderes a capitalizar las experiencias de sus centros urbanos para ponerlos al servicio de la prevención en el futuro. 

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