En un mes la Unión Europea le dirá adiós a los plásticos de un solo uso

El 2021 se convertirá en un año clave para la agenda verde del viejo continente y no sólo por el compromiso adoptado por la Unión Europea en torno a la reducción de la emisión de gases contaminantes de cara a 2030 y 2050, sino porque este 3 de julio entra en vigor la prohibición de la producción de plástico de un solo uso. 

Las pajitas, por ejemplo, son el quinto residuo más habitual en las playas, tras las colillas, los envases, las botellas y los tapones de plástico. Por eso, como parte de su estrategia global contra los residuos plásticos y en favor de la economía circular, la Unión Europea decidió hace ya un par de años que a partir del próximo 3 de julio de 2021, los países tendrían que introducir en su legislación una nueva normativa que prohíba las pajitas y otros objetos de plástico no reutilizables, como los bastoncillos para los oídos o los platos y cubiertos de un solo uso. 

La directiva UE 2019/904 fue aprobada en 2019 en la ciudad sede del bloque, Bruselas, con la misión de implementarse el 3 de julio de 2021. Todos los países miembros contaban por entonces con dos años de plazo para adecuar sus legislaciones. El objetivo es claro: terminar la producción y el consumo de los plásticos de un solo uso.

Sin embargo, la misión planteada en 2019 no será una tarea sencilla de llevar a cabo: según apunta un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), publicado esta misma semana, la producción, el uso y el comercio de plásticos no reciclados siguen creciendo en la UE, por más que la Comisión lance políticas e iniciativas contra su uso. En apenas un año, el aumento de los desechos plásticos de un solo uso se ha disparado debido a la demanda de mascarillas, guantes y equipos de protección, además del crecimiento de recipientes de comida para llevar y embalajes de plástico para las ventas online.

Además, aunque muchos países, sobre todo naciones costeras con graves problemas de residuos plásticos en sus aguas como Tailandia o Nueva Zelanda, han seguido los pasos de la UE y han prohibido también las pajitas, en el mayor consumidor de este tipo de productos del mundo, Estados Unidos, sigue habiendo una normativa ambivalente al respecto, dado que los consumidores pueden solicitarlas si lo desean. El año pasado, cuando ya era efectiva esta prohibición en varios estados norteamericanos se utilizaron casi 500 millones de estos productos de usar y tirar al día.

La contribución de las pajitas a la contaminación marina no es menor: estos pequeños productos de plástico, como muchos otros del mismo tipo, no se reciclan. Terminan en vertederos, son incinerados, o peor aún, contaminan las aguas. Allí se acumulan gracias a las corrientes y forman junto con otros desperdicios enormes islas de basura, que giran en cada uno de los cinco océanos del planeta haciéndose cada vez más grandes: el gran parche de basura del Pacífico tiene ya dos veces el tamaño de Francia.

Las dificultades para el tratamiento de las diferentes clases de plástico no son nuevas: la Organización de Naciones Unidas (ONU) ya se ha manifestado en múltiples oportunidades sobre la importancia de avanzar en nuevas formas de disposición del plástico, de reducir su utilización y promover su reciclado. En este marco, la ONU ha advertido que alrededor de 13 millones de toneladas de plástico son vertidas en los océanos cada año, afectando la biodiversidad, la economía y la salud de las personas. Y ha señalado que América, Japón y la Unión Europea son los mayores productores de desechos plásticos per cápita y sólo un 9% de los 9.000 millones de toneladas de plástico que se han producido en el mundo ha sido reciclado.

La entidad multilateral ha aclarado que si esta tendencia continúa, para 2050 tendremos cerca de 12.000 millones de toneladas de desechos plásticos en los basureros y en la naturaleza. También ha informado que cinco billones de bolsas de plástico se utilizan cada año y un millón de botellas de plástico son compradas cada minuto. De éstas, el 70% o más van al medioambiente o a vertederos.

En esta línea, Greenpeace se ha sumado a la gesta por erradicar las pajitas, en un primer paso en la avanzada hacia la producción de plásticos. Al respecto, señalaron se trata de un objeto cotidiano, con unos pocos minutos de uso y que puede tardar hasta 500 años en descomponerse en nuestro medioambiente, causando gravísimos daños en los ecosistemas marinos. Entre el 40-60 % de las tortugas ingieren plásticos y que en algunas especies de aves este porcentaje se eleva incluso hasta el 93 %. Más de un millón de aves y más de 100.000 mamíferos marinos mueren cada año como consecuencia de todos los plásticos que llegan al mar.     

La entrada en vigencia de la directiva no es un dato insignificante para las dimensiones de consumo del continente: en Europa se usan 36.500 millones de pajitas anualmente. Sólo con las se reparten en restaurantes de comida rápida de la UE en un solo año se podría ir y volver a la luna hasta 10 veces si las pusiéramos en fila, argumentan desde Greenpeace. Aunque todavía reste un largo camino por avanzar y la meta del reciclado plástico aún parezca lejana, esta medida otorga un nuevo giro argumental: la respuesta no sólo está en la gestión de residuos, sino también en su producción. 
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